Jesús Nazareno

Cada cual lleva o ha llevado su particular Cruz. Esa que en tantas ocasiones rechazamos y queremos dar de lado. Pero, la cruz de los cristianos, está para ser abrazada. Y Él, consciente de nuestro rechazo humano, se hace ejemplo vivo en la mañana de cada Viernes Santo. La Consolá, ¿quién acertó a llamarla así?, ¿quién advirtió que esta puerta sería testigo, siglos después, año tras año, de las plegarias que surcarán los rostros de tantos que piden aquello que les falta; de las lágrimas que suplican por un cirineo que alivie el peso de la Cruz de cada día? Susurros entrecortados de un amanecer iluminado en las tres tulipas de un varal. La oración se hace gratitud: «gracias Jesús, porque te he podido ver, otro año más». 

Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam.Ten piedad de mí, oh Dios, por tu gran bondad. El inicio del Salmo 51 que tantas veces recite frente a ti, junto a Manolo, al finalizar cada día de la novena, convertido en plegaria de cálidos acordes, llamará al amanecer morado del  Viernes Santo. Este año, te volveré a esperar en el balcón de mis emociones.


Foto: Alberto Román Vílches (@tiopetos)

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